Saludos cordiales

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La sílaba que resuena intacta en los deseos pasados, ya no es mi amor. Todos los temporales se han ido, ¿o acaso encuentro pequeñas manchas, pequeñas marcas de algo que trajo el viento y yo acuné por miedo a que la soledad abriera las ventanas y dejara entrar a la lluvia y sus hombrecitos dedicados a robar el sueño?.
Ahora las horas son como agua entre los parpados: un pequeño diluvio pasajero que deja en el fondo de toda cosa un silencio amigable, una señorita vestida de verde entregándome un libro, un paño, una casa donde por fín morar sin sombras y ser libre de todo hechizo.
Porque la letra, querida y entrañable competidora, me ha dejado pisar sus íes y así refutarle a la noche:

Las sombras se han dibujado rostros
y son ahora niñitos cantadores, criaturas danzantes
de luz entre los ojos. De vestidos y piecitos color plata
decoran el espacio vacío, lo envuelven
entre serpentinas brillantes como un río liviano.

Los lobos se han quitado las máscaras
y son pequeñas crías indefensas, pequeñas hembras
de cabellos sueltos. De cielo y vientre y cabalgata
coronan la voz abierta, la acarician
entre puentes estables como raíz anciana.

Las ventanas y las niñas se han abierto
y son ahora resguardo, casita blanca, tertulia.
Son ahora animal complementario
cauce infinito
mantra.

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