Inés está sentada mirando hacia arriba. A su costado hay un espejo ante el cual se peina Juana.
Inés - Si me dibujas el cielo te doy mi magia.
Juana - Inés, la magia de la que vos hablas no existe. Son excusas que dejaste guardadas y se llenaron de polvo: guantes, telas blancas, sonajeros de hojalata para las crías de tus gatos y un candado abierto para que no te quiten la posibilidad de cerrarlo.
Inés - Vos siempre igual, diciéndome que el mundo tiene tus ojos y no los míos.
Juana - La diferencia es que yo intento hacer otras cosas más que mirarme al espejo y querer morderme las muelas mías.
Inés - No, vos lo que hacés es mirarte en mi espejo y encontrarme bailando. Y entonces sacudirme los vestidos para enredarme y después, dejarme caer.
Juana - Sí Inés, a tientas. Yo siempre te quiero a tientas.
Jardín de las provocaciones
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